Eduardo Enrique Pineiro Estrada, aged 94, passed away peacefully on April 19, 2024, at The Citadel at Mooresville in North Carolina. Born on January 22, 1930, in the vibrant city of Callao, Peru, Eduardo was a man of great character and spirit.
Eduardo is survived by his sons, Eduardo Enrique Pineiro Salas and Luis Alfredo Pineiro Salas, and his daughters, Jessica Milagros Francovig and Nelly Rosa Alvarado, son-in laws Manuel Alvarado and Gino Francovig, daughter-in-law Ilse Barros and his grandkids Manolo, Stuart, Erik, Julio Martin, Eduardo Jr. (EJ), Connie Patricia, and Luigi. His legacy will continue to live on through them and their families.
In his early years, Eduardo was an avid and skillful soccer player, earning the respect and admiration of those who enjoyed seeing him play. His passion for the game was evident in every match he played, and his peers considered him a great player.
Eduardo spent many years working for Centromin Peru before moving to the United States. He lived in Pennsylvania and Florida and finally settled in North Carolina, where he spent his final years.
Eduardo's life was marked by his unwavering strength, love for his family, and passion for soccer. His loved ones will forever cherish his memory and all who knew him.
May his soul rest in peace.
Eduardo Enrique Piñeiro Estrada, de 94 años, falleció pacíficamente el 19 de abril de 2024 en The Citadel at Mooresville en Carolina del Norte. Nacido el 22 de enero de 1930 en la vibrante ciudad del Callao, Perú, Eduardo fue un hombre de gran carácter y espíritu.
A Eduardo le sobreviven sus hijos, Eduardo Enrique Piñeiro Salas y Luis Alfredo Piñeiro Salas, y sus hijas, Jessica Milagros Francovig y Nelly Rosa Alvarado, yernos Manuel Alvarado y Gino Francovig, nuera Ilse Barros y sus nietos. Manolo, Stuart, Erik, Julio Martín, Eduardo Jr. (EJ), Connie Patricia y Luigi. Su legado seguirá vivo a través de ellos y sus familias.
En sus primeros años, Eduardo fue un ávido y hábil jugador de fútbol, ganándose el respeto y la admiración de quienes disfrutaban viéndolo jugar. Su pasión por el juego era evidente en cada partido que disputaba y sus compañeros lo consideraban un gran jugador.
Eduardo pasó muchos años trabajando para Centromin Perú antes de mudarse a los Estados Unidos. Vivió en Pensilvania y Florida y finalmente se instaló en Carolina del Norte, donde pasó sus últimos años.
La vida de Eduardo estuvo marcada por su fuerza inquebrantable, el amor por su familia y la pasión por el fútbol. Sus seres queridos siempre apreciarán su memoria y la de todos los que lo conocieron.
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